viernes, 8 de julio de 2011

Mal vos, Malbec que vino yo

Mientras el roble francés estalla en el paladar, abro ese mundo entre tapa y contratapa, invasión de olor a papel berreta mezclado con el de los árboles diseccionados, secos, durmiendo para siempre adentro del libro. Tanto como delicioso. Olor a otoño, olor que a partir de hoy pertenece olor a vos. Como ovillos de lana, mariconiemos mi amor.
Con todas las silabas, con los que pasan desapercibidos; esos colores que nunca se pierden de la cartuchera porque nadie los roba jamás. Que la sangre y el violeta, y el negro y el translucido se ven lindos en la copa.
Todo en el todo no tiene nada.
Todo como para desmayarse en uno de esos lugares que hay tanto blanco que se yuxtaponen las realidades, que el mas acá que el mas allá. Hospitales.
Todo a la mierda, mandar con una cursiva todo a la re mierda.  Las partículas se comen a las partículas, el aire se tiñe de perfume
Adorable como luto de teenager.
El gusto perdura, aunque llevadas ya un par de horas de la madrugada. Que no pienso lavarme tus manos con jabón blanco. Será que solo por acercarse los dedos a la boca se suspira todo, y el humo no es más que una pelusa en el aire.

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